8 de abril de 2025
La escuela bonaerense es y será siempre un territorio de paz, diálogo y convivencia democrática
En estos días han tomado notoriedad pública una sucesión de hechos de violencia social que tienen a adolescentes y jóvenes como protagonistas y en algunos de estos casos, la escuela ha sido el escenario en el que ocurrieron. El sistema educativo no es indiferente ante estos sucesos, y es por eso que nos proponemos hacer una pausa para compartir algunas reflexiones:
Al mismo tiempo que valorizamos el rol del Estado en la
construcción de una sociedad más justa, reconocemos su responsabilidad respecto
de la vida, seguridad y el ejercicio de los derechos de las personas.
La escuela no es una institución neutral con relación a las
situaciones de agresión, violencia y desvínculo que hoy afectan a muchos de
nuestras niñas, niños, jóvenes, docentes, trabajadores auxiliares y familias.
Reafirmamos su compromiso en la tarea de escuchar y poner palabras allí donde
hay desconfianza y agresión entre pares o con cualquier miembro de la comunidad
educativa.
Creemos que tiene un gran valor y potencia la intervención
del Estado en estas situaciones, cuando lo hace de una manera integral e
integrada: la Dirección General de Cultura y Educación, junto con los
ministerios de Salud, Seguridad, Justicia y Desarrollo de la Comunidad realizan
acciones, e incrementarán su presencia en las comunidades en las que se
manifiesten los conflictos.
Como educadores que somos, tenemos plena confianza en
quienes conforman la comunidad educativa. En general, los indicios de
situaciones de conflicto se advierten en primer lugar en la escuela, que, con
frecuencia, observa lo que la sociedad muchas veces no ve o se niega a ver.
La escuela enseña a preferir la ley, porque todos
necesitamos que los límites y los acuerdos sean cumplidos. Consideramos que en
toda institución hay autoridades que deben ser respetadas y hay diferentes
responsabilidades, y las personas deben asumir las consecuencias de sus
decisiones en cualquier condición y a cualquier edad.
En la escuela imperan las normas y leyes y se construyen
acuerdos de convivencia. Actuamos en consecuencia y trabajamos para que estas
prescripciones sean claras y se respeten.
La escuela es un espacio de cuidado y escucha atenta. No
creemos en los caminos del mero punitivismo, ya que castigar no es la única
forma de educar. Seguiremos tomando las decisiones necesarias, para garantizar
la seguridad de nuestras y nuestros estudiantes en el espacio escolar y las
instancias sociales y comunitarias que estén a nuestro alcance.
En el mismo sentido, redoblaremos los esfuerzos para
garantizar las medidas de resguardo y reparación, cuando las y los docentes y
auxiliares sean víctimas de actos de violencia. Provienen de acuerdos
paritarios que requieren el efectivo cumplimiento en el marco legal vigente.
Solicitamos que el mundo de las y los adultos actúe con la
corresponsabilidad que la situación demanda. Observamos que con reiterado
simplismo se deposita en la institución escolar y en sus docentes toda la
responsabilidad de la educación de las niñas, los niños y adolescentes.
Somos testigos de la existencia de un contexto de
agresividad y hostilidad que necesariamente impacta en la cotidianeidad de la
escuela: insultos, peleas, descalificaciones son moneda corriente en la vida
social, de igual modo que es fácil observar como se ha degradado la conversación
pública en la sociedad argentina.
Los problemas que atraviesan a la escuela, han pasado por un
proceso de gestación invisible para las y los adultos responsables; la
irrupción o la visibilización de la situación conflictiva es tal vez, el
corolario de un proceso latente y violento, inadvertido en sus orígenes. Las
niñas, niños y adolescentes pasan en la escuela aproximadamente el 15% de sus
vidas, el resto lo viven con sus familia, amigas y amigos, en las calles o en
distintos entornos sociales.
Con preocupación, observamos que desde las más altas esferas
de responsabilidad pública, se modeliza un discurso agresivo, que incluye la
violencia verbal, el destrato y la intolerancia hacia los que opinan diferente,
que en nada colabora en la formación de las personas y que está absolutamente
alejado de las más elementales prácticas de la convivencia democrática.
En una sociedad que tiene sus grandes instituciones
desprestigiadas, y avanza en la disolución de los lazos sociales, la escuela
persiste en su tarea de enseñar, unir, abrazar y contener: "la escuela es
el único lugar donde me preguntan cómo estoy", nos dijo una estudiante en
un reciente encuentro educativo.
Por otra parte, el mundo virtual y de las redes sociales en
el que están inmersos muchas niñas, niños y adolescentes es un mundo sin
normas, habilitado para decir y mostrar todo, para exponer y humillar sin
consecuencias. En ese nuevo territorio carente de ley, el conflicto se dirime
con la eliminación o el bloqueo de la otra o el otro. En las redes es tan
sencillo ser humillado, como humillar, o dejar al resto fuera de juego. No debe
ocurrir eso en la realidad social y comunitaria.
Muchas veces preferimos que nuestras hijas e hijos
permanezcan en la seguridad de sus habitaciones frente a la inseguridad de las
calles, sin percibir que en la privacidad opaca de las redes y sin la mirada de
adultos responsables, están expuestos a imágenes y contenidos sumamente
agresivos y deshumanizantes.
Tenemos la convicción de que es muy necesario consolidar los
lazos solidarios, el encuentro con el otro y en prestar una mano al que lo
necesite. No vamos a dejar que la escuela abandone la tarea de transmitir estos
valores a las nuevas generaciones.
Sabemos que la inmensa mayoría de las niñas, niños y jóvenes
y sus familias, no protagonizan ni sostienen estas situaciones de agresión;
queremos que sepan que la escuela los cuida y va a seguir cuidándolos.
También nos dirigimos a las y los estudiantes que observan
estas escenas sin intervenir y les pedimos que abandonen el rol de meros
espectadores, que se comprometan para que estos hechos no ocurran nunca más. No
puede ni debe haber pasividad, ni estudiantes que filmen escenas de violencia,
mientras sus propias compañeras y compañeros participan de ellas.
Del mismo modo nos preocupa la salud mental de las y los
estudiantes. En forma conjunta con el ministerio de Salud bonaerense estamos
desarrollando el Programa "La salud mental es entre todas y todos".
Como allí hay una demanda y un problema, construimos un programa que interviene
sobre el padecimiento subjetivo en las escuelas; también desarrollamos una Guía
y un protocolo para intervenir en las situaciones de conflicto escolar. Junto
al ministerio de Seguridad, llevamos adelante el programa "Cuidar y
proteger escuelas y comunidades" en distritos del conurbano bonaerense.
Con respeto pedimos colaboración a los medios de información
y comunicación, que con frecuencia, sólo exhiben a las y los jóvenes como
protagonistas de escenas de violencia, alimentando prejuicios y profundizando
la inclusión social. Pierden así la oportunidad de comunicar un aspecto tan
destacado en las juventudes, como la solidaridad y el compromiso con su
prójimo. Son estos mismos jóvenes los que solidariamente trabajaron para
recuperar a la ciudad de Bahía Blanca, limpiando escuelas, hospitales y calles
anegadas.
La escuela es y seguirá siendo el espacio prioritario del
conocimiento, la palabra y la escucha; el lugar que la sociedad ha elegido para
trazar los caminos del consenso, para prevenir, resolver y contener los
conflictos, en un contexto que naturaliza la violencia y considera al otro y
otra, como un extraño que puede ser peligroso.
Paulo Freire sostenía que "la paz se crea y se
construye con la edificación incesante de la justicia". La escuela es una
institución diseñada para la paz, el encuentro y el respeto. Allí deben ser
cuidados sus estudiantes, sus docentes, y auxiliares, quienes también son
agredidos con inusual frecuencia.
Sin dejar de asumir las deudas, queremos reconocer a quienes
construyen día a día, una mejor educación: a las y los estudiantes, educadores,
auxiliares, cooperadores, representantes gremiales, familias.
Desde nuestra perspectiva, la escuela tiene un umbral ético
más alto que la sociedad, y renueva todos los días su compromiso con la
construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Dirección general de Cultura y Educación de la Provincia de
Buenos Aires
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