22 de marzo de 2025
El Día de la Memoria, Verdad y Justicia, nos remonta al 24 de marzo de 1976, cuando el golpe de estado se instaló en la Argentina. Todos sabemos de qué hablamos, pero ¿tenemos la real dimensión de lo vivido? La Licenciada en psicología Manuela Ponce, es una de las profesionales que acompaña a las víctimas del terrorismo de estado. Hoy en La Lupa Random, buscamos tomar la real dimensión del trauma que se instaló en nuestra sociedad desde la dictadura. Y las implicancias y particularidades en nuestra ciudad.
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por
Lorena Medina y Florencia Pendas
El 24 de marzo es en nuestro país el Día de la Memoria, Verdad y Justicia, la fecha se remite al golpe de estado de 1976 y, es una jornada que está destinada a recordar a las víctimas del terrorismo de estado, pero también a concientizar acerca de la importancia de bregar porque se respeten los derechos humanos y continuar pidiendo justicia por los desaparecidos, los hijos apropiados y todas las familias que han sido víctimas.
Con la recuperación
de la democracia en 1983 con el gobierno de Raúl Alfonsín, llegaron el Juicio a
Las Juntas, más tarde con Carlos Menem, el Indulto, y en el 2003 con Néstor
Kirchner la ley de Reparación para las víctimas de terrorismo de Estado en
Argentina, la posterior reapertura de las causas y la realización de nuevos
juicios.
Así, en
el 2022 comenzó el Juicio La Huerta (Centro clandestino de detención en nuestra
ciudad) e indefectiblemente empezaron a desempolvarse historias que no nos son
ajenas, de vecinos, conocidos que son víctimas.
En ese
contexto, profesionales trabajaron en el acompañamiento de aquellas víctimas directas que brindaron su
testimonio en el Juicio (que actualmente se encuentra en la etapa de alegatos),
como también de familiares de desaparecidos.
La
Licenciada en Psicología Manuela Ponce, es una de las profesionales que brindan
este acompañamiento clave, no sólo porque el juicio es una instancia necesaria,
pero de revictimización para quienes han sufrido directamente el terrorismo de
estado, sino porque hay quienes recién con la exposición comienzan a sentir (después
de casi 50 años) algo de alivio y sanación.
"Tengo
una formación hospitalaria, trabaje para hospitales de la provincia en La
Matanza, Mar del Plata, Rauch y Tandil. Cuando estaba en Mar del Plata,
hicieron una capacitación desde la Secretaría de Derechos Humanos y en ese
momento sin mucha información me anote. Fui y me encontré con gente grosa, un
psiquiatra, una psicoanalista que venían con todo un trabajo hecho de
investigación, y lo bajaban a los distintos lugares del país para que los
profesionales nos formemos y acompañemos a las víctimas de cada cuidad en la
que nos encontrábamos, ya sea en juicios o realizando juntas médicas en las que
se determinaban los daños psicológicos de las víctimas o sus familias para encuadrarlas
en las Leyes de reparación. Así me formé y quedé impactada, porque contaban
cosas que nosotros los ciudadanos comunes no sabíamos. Desde que escuché por primera
vez a una víctima, nunca más pude dejar de pensar y prestar mi escucha para
acompañar en este camino", dice Manuela.
De regreso
en Tandil, su ciudad natal, la licenciada primero acompañó a víctimas en el juicio
de Monte Peloni en Olavarría y en paralelo, empezaron a armar el grupo de
acompañamiento para La Huerta.
"En
Tandil, lo que me sorprende es el nivel de ocultamiento, como en la mayoría de
los lugares chicos, no hay una red de contención. Empecé a darme cuenta de que
no era bien visto ser víctima, y en muchos casos la estigmatización de su grupo
familiar, lo cual hace más difícil la posibilidad de lograr testimonios. Me
llamó la atención la complicidad que hubo de gente civil que prestaba sus lugares
para tener detenidos. Y algo que hemos visto como punto de encuentro con otras
ciudades del país, es cómo se repetía el modus operandi de irrupción en las
casas, llevarse a las personas. Había un plan sistemático establecido".
En el
imaginario colectivo, las víctimas eran secuestradas, en muchos casos desaparecían,
pero no se formulaban más preguntas.
Cuando
las personas empezaron a animarse a hablar había tanto detrás que es difícil de
dimensionar o poner en palabras. A las víctimas las torturaban de maneras
inimaginables, y si tenían "la suerte" de ser liberadas no sólo nunca más volvían
a ser los de antes, sino que también seguían siendo amenazadas y hasta
monitoreadas, según testimonios que recabó la propia Manuela Ponce. "Acá en
Tandil era común que cuando los liberaban, los citaran tres o cuatro veces por
semana en un horario a pararse en Rodríguez y Pinto, o les decían que los
habían visto en tal o cual lugar, que tuvieran cuidado. O al momento de
liberarlos les daban datos de sus familias para sentir que todos estaban en
peligro.
Eso es lo que también se conoce como los efectos del terrorismo de estado, no es sólo la persona a la que se la torturó, sino todo el efecto que se produce en la sociedad. Silencio, ocultamiento, complicidad por miedo."
VIDAS TRUNCADAS
"Cuando
te pones en contacto con víctimas para empezar el acompañamiento de cara al
juicio, te empiezan a contar cosas que nunca le contaron a nadie. Lo que más me
impactaba era que te encontrabas con personas que la vida le quedó trunca. Eran
padres, madres, hijos, trabajaban, estudiaban y de repente, nada volvió a ser
como antes. Es gente que volvió a nacer, pero en el horror.
Quienes
estuvieron detenidos, tienen aún hoy síntomas en el cuerpo, que además en el
contexto del juicio o de la exposición en la Junta, se agudizan.
Me han
compartido historias personas que no han podido volver a conseguir un trabajo formal,
por ejemplo. Hay muchos casos de detenidos que tuvieron que vivir en la
marginalidad porque no pudieron volver a reinsertarse en la sociedad. Y otros
que han cerrado ese capítulo tapándolo con una vida nueva a tal punto que algunas
familias se enteraron en el juicio detalles de la historia que atravesó su ser
querido desde el secuestro, hasta las torturas."
En
Tandil tenemos algunos referentes de Derechos Humanos que han podido contar su
historia y la llevan como bandera que abraza a otros, ellos lograron reconvertir
en impulso el sufrimiento y el dolor padecido.
Pero no
todos pueden hacerlo, y allí está el grupo de acompañamiento para ayudar a
desplegar lo que las víctimas necesiten. "Trabajamos con la justicia nos
preguntan muchas cosas y nos autorizan de alguna manera para trabajar como
equipo en el acompañamiento.
En el
caso de La Huerta, había una comunicación directa con la secretaria del Juez
entonces nos avisaba en qué fecha iban a llamar a qué personas y hacíamos
contacto para el acompañamiento. Lo primero que hacemos es contarles que no
somos parte de la justicia, y después se interesan mucho por saber qué les van
a preguntar, y para qué quieren saber eso, quienes van a estar escuchando",
cuenta Ponce, que además de ser muy clara y llana en sus conceptos, tiene una
cercanía desde lo humano con cada persona a la que asiste.
"En este
tiempo de acompañamiento, hemos visto también algunas familias de quienes eran
militantes y no lo sabían, entonces aparece el enojo, hay familias que aún hoy
no cuentan que tienen un familiar desaparecido por vergüenza. Y tal vez los
casos conocidos, tampoco expresan públicamente todo, vaya uno a saber por qué.
Tal vez por cuidado o por miedo".
DESAPARECIDOS
Si bien
todo lo padecido por las víctimas del terrorismo de estado es difícil, doloroso
y difícil de dimensionar. Hay una parte que resulta tanto más difícil hasta
pensarla, la figura del "desaparecido". No están muertos, no están vivos...no
están. Pero estaban, eran padres, hermanos, vecinos, tenían nombre y apellido,
ocupaciones y de un día para el otro, ya no están. ¿Y los que quedan? ¿Qué se
hace con una ausencia así? ¿Hay un duelo posible?
"Eso es
lo difícil. El duelo es perder algo, y de alguna manera la cultura nos va dando
herramientas para sobrellevar eso con lo que vas a tener que convivir. El
velorio, llevar flores a la tumba, vas armando para cerrar la historia. ¿Pero
si no tenés eso, si no tenés un lugar donde llevar una flor, si no sabes
siquiera que pasó con ese ser querido como cerras la historia? Es como un
agujero que se va haciendo cada vez más grande. Hay una ausencia que se hace
permanente, se congela la vida ahí. En mi caso, profesional y formada, a veces
no digo nada, no es necesario, en estos casos el acompañamiento es estar,
prestar un oído. Ayudar a armar una historia con los últimos datos que tienen.
Un cierre posible y sobretodo instar a las familias a traer lo bueno de ese ser
que, aunque suponemos, no sabemos dónde está.
UN DIA PARA REPARAR NUESTRA HISTORIA
"Los derechos
humanos, son derechos que tenemos todos los humanos por el hecho de ser
humanos, comer, vivir dignamente, ser libres, acceder a la educación, a la
vivienda, a la libertad. El terrorismo de estado es un extremo, pero en la
diaria hay violación de derechos humanos de manera constante. Entonces creo que
el 24 de marzo es un día que también debe invitarnos a la reflexión y reparar
nuestra propia historia.
El grave
error ha sido que con el tiempo esto haya quedado muy ligado a ciertos sectores.
Porque estas causas que tienen que ver con los Derechos Humanos, son de todos.
El 24 tiene que ser eso, un día en el que tomemos la dimensión de la
importancia de no dejar que se vulneren los Derechos Humanos de nadie, no
debería quedar supeditado a una militancia política.
Esa época terrible, nos refiere algo del orden de lo traumático, es algo que no podés ponerle palabras. El terrorismo de estado ha sido un trauma para toda la sociedad".
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