04/07/2020
Investigadores de varias universidades de Latinoamérica
señalaron que un sistema productivo catalogado como ?sano? por la agronomía
convencional puede tener impactos negativos en el ambiente y las personas. Se
replantea el término con miradas médicas y agroecológicas.
Autor: Sebastián M. Tamashiro
Fuente: FAUBA
Desde hace tiempo, en la agricultura se aplica el concepto
de salud. ¿Qué es un cultivo sano? En líneas generales, para la mirada de la
agricultura industrial, el concepto se reduce a un cultivo que alcanza su
máximo rendimiento y calidad gracias a que se controlan posibles factores
limitantes, o reductores, como plagas, malezas y enfermedades. Para la
agroecología, sin embargo, desarrollar un cultivo sano implica abarcar aspectos
de productividad, de biodiversidad, sociales y culturales. Damián Vega, docente
de la cátedra de Fitopatología de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA),
junto con investigadores de universidades de la Argentina, de Uruguay y de
Colombia analizaron estudios del área agroecológica, tomaron debates de las
ciencias médicas y sintetizaron los principales componentes de la salud
agrícola en un artículo publicado en la revista científica Agroecology and
Sustainable Food Systems.
"Hay que poner atención cuando se dice que un cultivo está
sano. Las definiciones conllevan ideas, valores, formas de ver y actuar en la
realidad. Para la agronomía convencional, un cultivo goza de ?buena salud?
cuando rinde lo máximo posible. Con esa meta, esta visión busca mantener las
plagas, malezas y enfermedades por debajo de cierto umbral. Cuando se supera
ese valor, se aplican agroquímicos que pueden tener efectos perjudiciales sobre
otros organismos vivos, incluyendo a las personas. Parece un contrasentido que
para alcanzar un cultivo sano se requiera usar agroquímicos de forma
frecuente", sostuvo Vega.
"Reducir el concepto de ?salud? a lograr el máximo
rendimiento del cultivo, deja de lado las posibles consecuencias de los
agroquímicos en el sistema agroalimentario y en los ecosistemas. Tampoco
considera qué tipo de productora o productor lleva adelante el agroecosistema y
en qué contexto socioambiental. Como respuesta surgieron disciplinas y enfoques
que proponen visiones alternativas de la agricultura y, entre otros puntos,
analizaron el concepto de ?salud? en los cultivos", dijo Vega, coautor del
trabajo junto con Santiago Poggio (FAUBA-Conicet), Walter Salas-Zapata (Univ.
de Antioquia, Colombia) y María Inés Gazzano Santos (Univ. de la República,
Uruguay).
En este marco, buscaron reconstruir el término ?salud? desde
la agroecología, para lo cual rescataron conceptos y debates de las ciencias
médicas. "En la década del ?50 -afirmó Damián-, el médico y sociólogo Aaron
Antonovsky propuso cambiar el enfoque de la medicina. En vez de considerar a la
salud como ?un estado de ausencia de enfermedades?, sugirió pensarla como un
proceso que se puede fomentar, y se preguntó cómo hacerlo". La y los autores
del trabajo llevaron esta mirada al ámbito de la agricultura y plantearon que
un cultivo sano es más que uno que alcanza un máximo rinde al controlar los
factores que lo podrían disminuir. Conseguir un cultivo sano es un proceso que
involucra aspectos económicos, ecológico-productivos, socio-organizativos y
también de aprendizaje y construcción del conocimiento.
Entonces, Vega se preguntó: ¿Cómo se alcanza un cultivo
sano? "En principio, reconocemos la importancia del vínculo entre los cultivos
y quienes los producen. Por ello, la salud del cultivo tiene que ver, sobre
todo, con el objetivo de los y las productoras, con su entorno, sus
conocimientos, valores y posibilidades. Establecer qué es saludable en un
cultivo es clarificar quiénes producen, qué y cómo lo hacen, y con qué
propósito. Al definir el concepto de salud también se pone en cuestión qué
agricultura se quiere y quiénes la motorizan".
En el artículo se recopilaron estudios del área de la
agroecología y se propusieron cuatro componentes para evaluar el estado de
salud de un cultivo: la utilidad, las adversidades, la autonomía y la
inocuidad. "Un sistema de cultivos saludable es útil si le permite a los y las
productoras alcanzar sus fines y responder a las necesidades de la sociedad;
también lo es si resiste a las adversidades al potenciar interacciones
biológicas, ecológicas y socio-organizativas. Por último, es útil si promueve
la autonomía, es decir, si depende cada vez menos de insumos externos. Un
cultivo sano debe tender a maximizar la inocuidad de los alimentos que produce
y minimizar los impactos negativos en los humanos y los ecosistemas", explicó
el docente.
Ciencia, sociedad y agricultura
Vega le contó a Sobre La Tierra que desde hace años la
agroecología se afianza como disciplina científica, como un movimiento social y
como una forma de practicar la agricultura. "Entre otras metas, busca una
actividad agrícola que preserve el ambiente, que aumente la biodiversidad y que
cuide la salud de las y los productores y de las y los consumidores, además de
promover los precios justos en las cadenas de comercialización y por lo tanto,
la soberanía alimentaria. En este sentido, los movimientos sociales y
organizaciones que cuestionan las bases del modelo de agricultura industrial
son actores claves".
"Con esos ideales, en el ámbito académico se piensa, estudia
e investiga teniendo en cuenta las relaciones detrás del acceso, la producción
y la distribución de alimentos. También se integran actores de diversos ámbitos
que impulsan la transformación del sistema agroalimentario desde esferas
productivas, económicas, sociales, políticas y educativas", puntualizó el
investigador.
Qué tenemos y qué queremos
Damián Vega comentó que el año pasado tuvo lugar el Primer
Congreso Argentino de Agroecología y marcó un hito en el ámbito académico. Allí
se planteó que la agroecología es la agronomía del futuro. Además, viene
creciendo en cada vez más territorios a lo largo y a lo ancho del país. En el
plano global, hay más conciencia de que es necesario producir y acceder a
alimentos sanos, y que los productores y las productoras son fundamentales en
esto.
Por último, destacó que la universidad pública es un ámbito
esencial para debatir qué modelo agropecuario necesita la sociedad. "La FAUBA
hace tiempo que difunde y construye la agroecología en la comunidad
universitaria por medio de materias, proyectos y programas de extensión, de un
Área Académica y hasta de la Feria del Productor al Consumidor. No obstante, el
docente puntualizó que aún quedan muchos espacios académicos, sociales y
políticos por abarcar".
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